La Asociación de padres y madres del Colegio (AMPA) organizó, el pasado 16 de noviembre, una magosta para continuar con la tradición salesiana de asar castañas, recordando el episodio que sucedió con Don Bosco el día de Difuntos en que llevó a todos los muchachos del Oratorio a visitar el cementerio y rezar. Les había prometido, para la vuelta, castañas cocidas. Y había hecho comprar tres grandes sacos. Pero Mamá Margarita no había entendido bien sus deseos y no hizo cocer más que tres o cuatro kilos. José Buzzetti, el jovencísimo “ecónomo”, llegó antes que los demás a casa, vio lo sucedido y dijo:
– “Don Bosco va a quedar mal. Hay que decírselo enseguida”.
Pero con el alboroto de la vuelta de la hambrienta tropa, Buzzetti no supo explicarse. Tomó en sus manos Don Bosco la pequeña cesta y empezó a repartir castañas con un gran cucharón. En medio del jaleo le gritaba Buzzetti:
– “¡Así no! ¡No hay para todos!”.
– “Hay tres sacos en la cocina”, le respondió Don Bosco.
– “¡No! ¡Sólo esas! ¡Sólo esas!”, intentaba decirle Buzzetti. Don Bosco no quería creerle.
– “Yo les he prometido a todos. Sigamos mientras haya”.
Siguió entregando un cazo a cada uno. Buzzetti miraba nervioso los pocos puñados que quedaban en el fondo del cesto, y la fila de los que se acercaban, que parecía cada vez más larga. Alguno empezó a mirar con él.
De pronto casi se hizo silencio. Centenares de ojos desencajados miraban a aquel cesto que no se vaciaba nunca: Hubo para todos. Quizás por primera vez, con las manos llenas de castañas, gritaron los muchachos aquella tarde: “¡Don Bosco es un santo!”.

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